EL FINAL EN LAS SANDWICH DEL SUR

 

Las acciones en el Atlántico Sur no finalizaron el 14 de junio, como todo el mundo supone, sino una semana después, en islas Sandwich del Sur, donde aún permanecía sin rendirse un destacamento de ocho efectivos de la Armada Argentina y la Fuerza Aérea, al mando del teniente de corbeta Félix Peralta Martínez. Para los británicos, aquel archipiélago de 420 km2 era un lugar excepcionalmente desagradable, donde muy pocas personas habían estado, con no muy buenos recuerdos y muy pocas ganas de regresar. Como se recordará, la Argentina mantenía su presencia en el archipiélago desde noviembre de 1976, cuando el Proceso de Reorganización Nacional envió una expedición militar para ocuparlo. En aquella ocasión, efectivos de la Armada, a bordo del rompehielos ARA “Gral. San Martín”, desembarcaron en la Isla Morrell, del grupo de las Thule del Sur y levantaron una base científico-militar a la que bautizaron “Corbeta Uruguay”. Inaugurado el 18 de marzo de 1977, el destacamento se hallaba ubicado a 59° 57’52” de latitud Sur y 27° 20’ 12” de longitud Oeste, a 25 metros sobre el nivel del mar, muy cerca de la costa, en un paraje conocido como Punta Hewison. Su población fue siempre de 8 personas en invierno y 8 en verano, la mayoría personal científico perteneciente a la Armada. Como se dijo en capítulos anteriores, los británicos descubrieron la presencia argentina en el mes de diciembre de 1976 pero prefirieron no reaccionar en espera de una solución diplomática. Finalizadas las hostilidades en Malvinas, el alto mando británico puso en marcha la Operación Keyhole con el objeto de desalojar de las islas Sandwich del Sur a la reducida guarnición enemiga, embarcando en el HMS “Yarmouth” a efectivos de la Compañía M del Comando 42 y conformando un Grupo de Tareas 317-9 encabezado por el HMS “Endurance” al mando del capitán de Navío Nicholas John Barker, del que formaban parte la mencionada fragata, el buque de reaprovisionamiento RAF “Olmeda” y el remolcador “Salvageman”. Después de haber tomado conocimientote la capitulación en Puerto Argentino, el jefe del destacamento de la isla Morell, teniente de corbeta Félix Peralta Martínez, solicitó al Comando del Atlántico Sur (COATLANSUR) el envió a las fuerzas británicas del mensaje cursado el 15 de abril del mismo año respecto a la situación de la estación científica argentina. Dando curso a ese petitorio, el aludido comando emitió el comunicado el mismo 15 de junio dando cuenta de la situación política y legal de la estación científica, de acuerdo a lo que establecían las acuerdos internacionales. El mismo decía: 1- Que [la base] debe continuar funcionando como Estación Científica y Comunicación. 2- Ejercer la soberanía como delegado del Gobierno Militar con asiento en Malvinas. 3- Si fuerzas británicas intiman desalojo, rechazar intimación invocando el derecho argentino de soberanía en las islas Sandwich del Sur, el carácter científico del personal y las tareas en ejecución. 4- De producirse una acción de fuerza o desembarco de fuerzas británicas, formalizar enérgica protesta dirigida al gobierno británico ante la situación de Alberto N. Manfredi (h) 774 fuerza ejercida con medios de combate que imposibilitan resistencia, sobre estación y personal científico. 5- Destruir material científico ante presencia efectiva del enemigo. 6- Destruir equipo de comunicaciones previo [a la] captura del enemigo. 7- Informar a la brevedad a este Comando cualquier novedad que modifique la situación actual. 

EL 16 de junio de 1982 las unidades navales del Grupo de Tareas 317-9 avanzaban hacia el helado archipiélago bajo un cielo plomizo. Pasado el mediodía, la nave insignia comenzó a irradiar mensajes por las frecuencias internacionales de radio con destino a la dotación de marinos de la Estación “Corbeta Uruguay”, instándola a deponer las armas: Atención. Al personal argentino en las islas Thule. Será enviado un remolcador para evacuar su dotación, ustedes se encuentran en territorio británico. Espero no sea por la fuerza. En comunicados posteriores, los británicos advirtieron que toda resistencia sería absurda e inútil y que si no se obtenía una contestación por parte de la guarnición en las siguientes 24 horas, atacarían la base. La respuesta que obtuvieron fue el silencio más absoluto. El asentamiento argentino disponía de varias instalaciones metálicas a excepción de una casilla destinada al equipo de radiosondeo, todas ellas edificadas sobre estructuras sobreelevadas, con amplios espacios abiertos para facilitar la circulación del aire. La casa-habitación, construida sobre módulos unidos entre sí con un frente curvo que enfrentaba la dirección de los vientos, disponía de un salón comedor, camarotes, baño, cocina y un módulo que contenía el sismógrafo, el equipo de radio y la enfermería. Una casa de emergencia se alzaba a cierta distancia de la construcción principal, para preservarla de posibles incendios y completaban el dispositivo, depósitos flexibles de almacenamiento de combustible, dos tinglados para guarecer los vehículos polares, el hangar de helicópteros y el obrador con su taller de mantenimiento y sus dosgeneradores de electricidad, que hacía las veces de casa de emergencia ya que disponía de alojamiento para 20 personas. Había también un depósito de víveres con una cámara frigorífica, una antecámara para depositar alimentos, una usina eléctrica que contaba con tres generadores y una plataforma para el aterrizaje de helicópteros en la península Murrell, más allá del complejo de antenas. A cierta distancia de la base se alzaba el refugio “Teniente Esquivel” que los argentinos habían construido en diciembre de 1955, a escasos 200 metros de donde ubicaron la baliza “Gobernación Marítima de Tierra del Fuego”, que pusieron en funcionamiento en enero del año siguiente. Tal como explican los ingleses, la defensa de la base era imposible ya que además de carecer de armamento adecuado, solo disponía de algunos vehículos oruga, dos de ellos de importancia y un bote de goma inflable con motor fuera de borda con capacidad para diez personas. El 18 de junio, después de recorrer una distancia próxima a los 900 kilómetros, el Grupo de Tareas 317-9 llegó a las Sandwich y de manera inmediata hizo varios simulacros de desembarco para confundir a los argentinos. En la mañana del 19, los diez integrantes de la Compañía M abordaron el Sea King de la dotación del “Endurance” y despegaron de sus cubiertas en dirección a la Península Morrell.

Después de sobrevolar la estación argentina, el helicóptero depositó al pelotón y se retiró, percibiendo a lo lejos las columnas de humo que se elevaban desde los edificios. Los comandos antárticos se desplegaron sobre un terreno tortuoso, en dirección a la base del enorme volcán central. Se trataba de efectivos adiestrados en Noruega y Groenlandia que gracias a su entrenamiento, pudieron soportar la terrible noche del 19 al 20 de junio, soportando temperaturas de -20° bajo cero que por momentos, debido a los vientos huracanados, alcanzaron los -52°. Los soldados se ubicaron detrás de unos hielos, no muy lejos de la estación científica argentina y desde allí procedieron a observar los movimientos del enemigo. En la mañana del 19 de junio el centinela que cubría el turno de vigilancia desde hacía dos horas, corrió hasta la habitación principal de la base para notificar a su jefe la presencia de naves enemigas. La dotación solamente disponía de fusiles y pese a que toda resistencia sería imposible, algunos de los hombres se proveyeron de ellos y tomaron posiciones. Por orden del teniente Peralta Martínez, el personal procedió a destruir la documentación, los libros de códigos, los equipos de comunicaciones y las claves y en el momento en que un helicóptero atravesaba la región, hicieron volar el material científico y el combustible almacenado. A las 20.00 (23.00Z) del 20 de junio el teniente Peralta Martínez se apresuró a informar al COATLANSUR que helicópteros enemigos acababan de cruzar el espacio aéreo de la isla y que siguiendo instrucciones, había procedido a destruir la documentación, los equipos de comunicaciones y todos los elementos que pudiesen ser de utilidad al enemigo. Thule es sobrevolada por tres helicópteros. Se procede a destruir claves, material científico y combustible. El enemigo desembarca fuerzas con muchasprecauciones, posiblemente por el humo y explosiones de la destrucción del material. Se mantendrá contacto radioeléctrico hasta mayor acercamiento de las fuerzas del enemigo. Inmediatamente después se cortó la comunicación quedando la dotación librada a su suerte. 

Con las primeras luces del día, los comandos iniciaron el avance. Para entonces, las unidades del Grupo de Tareas 317-9 se hallaban a la vista de la guarnición argentina, con el HMS “Yarmouth” listo para abrir fuego con su cañón de proa de 110 mm. Faltando dos minutos para que el plazo expirase, la escasa dotación argentina tomó contacto radial y a través del operador anunció que deponía las armas, eso mientras se colocaba una bandera blanca en el frente del edificio. Inmediatamente después, el Sea King se posó en la plataforma de aterrizaje de la península Murrell y el grupo comando de la Compañía M procedió a ocupar la estación en cuyo interior aguardaban los ocho científicos (cinco de la Armada y tres de la Fuerza Aérea) y un civil, encabezados por el teniente Peralta Martínez y el teniente de fragata médico Arturo Grosso. Los británicos ingresaron apuntando al grupo con sus armas al tiempo que su jefe exigía que arrojasen los fusiles y colocasen las manos sobre la cabeza. La capitulación se llevó a cabo de acuerdo a las normas vigentes, adoptándose las formalidades propias de aquella situación. Los argentinos entregaron las armas y después de ser revisados, abandonaron el edificio y abordaron el helicóptero bajo fuerte vigilancia, con los ingleses apurados por abandonar la región porque existía la posibilidad de que las unidades navales quedasen atrapadas entre los hielos. Los efectivos británicos procedieron a cerrar la base, sellando sus edificios para evitar el deterioro del clima e inmediatamente después subieron al Sea King donde aguardaban los prisioneros. Los argentinos fueron conducidos hasta el “Endurance” y el mismo 20 de junio partieron hacia la “seguridad” de las Georgias. Llegaron a Gritvyken cuatro días después y desde allí se los condujo a Puerto Leith, para seguir finalmente hacia las Malvinas donde, al cabo de unos días, se los regresó al continente. Habían llegado a aquel desolado páramo a principios de enero y permanecieron allí durante todo el conflicto, efectivizando una ocupación que databa de 1976.

Pero el drama no terminó ahí. Tras la captura del archipiélago, la base argentina de las Thule del Sur permaneció abandonada sin que los británicos la ocupasen. Solo la Union Jack flameando en el mástil de la estación científica argentina señalaba la jurisdicción del Reino Unido en el lugar. Varios meses después, en noviembre de 1982, un buque científico británico se hizo presente en la isla Murrell, para desembarcar a un grupo de científicos que debía supervisar el lugar. Grande fue su sorpresa cuando, en lugar de la Union Jackencontraron flameando una bandera argentina, señal evidente de que efectivos de esa nacionalidad habían desembarcado en algún momento entre julio y noviembre. A fines de ese mes, el gobierno de Londres ordenó el envío un barco de guerra desde las Malvinas para desembarcar tropas y destruir la estación científica definitivamente. Los cuadros llegaron a fines de diciembre para sembrar la abandonada base con cargas explosivas y hacerla volar. Cuando todo estuvo listo, el equipo de demolición accionó el dispositivo, destrozando completamente las instalaciones. Fue el broche final de la crisis, el último capítulo del drama, el epílogo de una guerra que había tenido al mundo en vilo y había puesto a las naciones de la OTAN en máximo estado de alerta, obligándolas a replantear toda su estrategia. En la Argentina, mientras tanto, se abría una nueva página de su turbulenta y caótica historia, no menos violenta que la que acababa de finalizar. 

Fuente:

Guerra en el Atlantico Sur-Alberto N. Manfredi (h)

 Estadística

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